jueves, 8 de marzo de 2012

EL PROFETA DE LA MUERTE

Decir que esa mañana fue como otras tantas, sería cometer un acto de sobervia imperdonable. Nada en ese día podría considerarse como normal, más bien al contrario, todo sucedió de una forma tan inesperada que puede provocar vértigo en quienes se asustan fácilmente.

Con la luz del día, Abel Pardo, joven entregado a sus estudios por órdenes de su padre, tomó el bus número 35 de la cooperativa San Isidro con rumbo al Colegio del Buen Señor ubicado en los altos de la capital. Mientras avanzaba en la busqueda de un asiento, sintió sin asustarse, el peso que solo la culpa y una mirada pueden provocar. Al principio no le dio importancia, pero luego de un tiempo sintió curiosidad por saber de quién se trataba.

"A lo mejor es la mirada de una de esas chicas tímidas que no se atreven a hablar con los hombres por miedo a parecer fáciles" pensó.

Giró la cabeza suavemente y mientras buscaba esa misteriosa mirada, sus ojos chocaron con la mirada inquisitiva de un hombre calvo de unos 50 años. El impacto por decir lo menos fue decepcionante. Sin embargo, ambos, tomaron varios segundos para analizarse. Abel, quien tenía un gesto de visible asco, notó de repente que a ese hombre le faltaba una parte de su oreja y que por el hombro le corría un líquido espeso muy similar a la sangre.

"¿Quién es ese...? decía y ¿por qué está ensangrentado? pensaba.

Dirigió su miraba hacia el resto de pasajeros, para saber si ellos reparaban en él, pero al parecer el hombre no les llamaba la atención. Parecía invisible.

- Caballero... disculpe que le moleste ¿Puede hacerme un favor? - preguntó Abel a su compañero de asiento
- Dígame- contestó el hombre amablemente
- ¿Puede ver a ese hombre ensangrentado?
-  ¡Cuál hombre!
- El que está allá, a lado derecho... junto a esa señora de camisa a cuadros ¿lo ve?
- Sí... lo veo, pero yo no veo que esté ensangrentado... ¿Estás seguro?
- ¡Sí... está ensangrentado. Además le hace falta una parte de la oreja! dijo Abel en baja voz

El hombre sonrió y luego de pocos segundos cambió de asiento.

¿Sólo yo lo veo? se preguntó

Sin dejarse atrapar por los nervios, esperó por unos segundos que alguien se sentará a su lado.

A los pocos segundos una señora que cargaba un bolso muy vistoso se sentó a lado de Abel. Sin pensarlo dos veces le preguntó:

- Señora... ¿ puede ver a ese hombre ensangrentado en el otro asiento?
- ¿Cuál hombre ensangrentado?

Desde ese momento no quizo hacer más preguntas, era obvio solo él lo podía ver.

El bus avanzó dos cuadras más y a la tercera el hombre ensangrentado educadamente pidió permiso para bajarse. Avanzó unos cuantos metros y cuando ya estuvo en la puerta y al ver que el Chofer del bus no paraba del todo el automotor, se lanzó "al vuelo" como dicen los lugareños.

Algo estorbó su aterrizaje porque su cabeza recibió el impacto que le correspondía a sus pies. Sólo un golpe seco se escuchó. El hombre murió en contados segundos. Cuando todos los pasajeros, llamados por la curiosidad, se bajaron para ver al accidentado. Abel al ver el cadáver pudo notar que estaba bañado en sangre y que una parte de su oreja no estaba presente.
¿Puedo presentir la muerte? pensó
A los poco minutos, el personal policial y médico asistió al lugar, pero lo único que pudieron hacer en beneficio de aquel hombre fue declararlo muerto en forma legal. Mientras el Gendarme tomaba procedimiento del caso, Abel notó que dos agujeros decoraba el uniforme del policía...